Buenas noches,
Señor Párroco de Fortuna,
Excelentísima Señora Alcaldesa de Fortuna y miembros de la Corporación
Municipal; Presidente del Cabildo Superior de Cofradías de Fortuna y miembros
del Cabildo de Cofradías. Fieles presentes, amigos cofrades, público en
general.
Cuando me propusieron para ser la
pregonera, mi reacción fue de perplejidad y asombro ¿y por qué no decirlo?
angustia. Cómo tenía pendiente mi viaje a Jerusalén y recordaba que era por
esos días me dije ¡Ya está!
-No puedo, lo siento. Estoy de
viaje- Pero tenía que ser honrada conmigo misma, y dije: -Espera, voy a sacar
el programa. Y efectivamente, me sobraban tres días. Luego por ahí, no.
Es por eso que acepté esta responsabilidad.
Responsabilidad que no creo merecer y me llena de un profundo respeto, ya que
nunca me he visto en una situación semejante. Avergonzada porque están ahí,
escuchándome, cuando yo no puedo decirles nada que ya no sepan.
Sin embargo, el poder hablar de las
cosas que amamos, es un privilegio, por el cual les doy las gracias de todo
corazón.
Saben que no nací aquí. Mi lugar de
nacimiento fue la tan maltratada últimamente, ciudad del Sol, Lorca. Hace de
esto 80 años, y permitidme que les dé sólo unas pinceladas brevísimas, de sus
desfiles Bíblicos Pasionales.
No es de extrañar encontarte por
las calles de Lorca un Jueves ó Viernes Santo a
Nerón, Salomón, la Reina de Saba
ó a Nabucodosor , ordenando que los tres amigos de Daniel fueran arrojados a un
horno de ardientes llamas por negarse a adorar a una estatua de oro. Pero Dios
los salvó y andaban por el fuego sin quemarse. Ver desfilar esta bola de fuego
nos impresionaba mucho a los más pequeños.
Y como telón de fondo los vivas a
los pasos blanco y azul, los eternos rivales. Algo inconcebible para quienes se
dejan caer estos días por Lorca. Es una locura colectiva que no se entiende si
no se ha nacido allí. Aquí hay otra lorquina que dará fé de ello.
Sin embargo, en Fortuna llevo
viviendo 37 años, y mis días si Dios no dispone otra cosa, acabarán aquí,
porque si no por nacimiento, sí por adopción, mis raíces están aquí. Y eso es
algo que se lleva dentro.
Ya al poco tiempo de vivir en
Fortuna, tuve el presentimiento de que nunca nos moveríamos de aquí. Y así se
lo hice saber al entonces alcalde, señor Cascales. Hasta tuvimos la suerte de
que aquí nos naciera nuestro último hijo: un fortunero. Por tanto más ligada a
Fortuna no puedo estar.
La Cofradía de San Juan preparando su paso
|
Con toda humildad, quisiera ahora
servir de voz a todos aquellos que viven estos días sin ponerse la túnica, pero
compartiendo vuestra misma ilusión: son los procesionistas de las aceras,
espectadores anónimos del paso de esas cofradías, de ese desfile bíblico puesto
en la calle, que dan vivacidad al paso de las tallas, recordándonos los mismos
que en su día fueron testigos de la historia más grande jamás contada.
Nosotros, mi familia, hemos
pertenecido siempre – a excepción de algún nieto, que sí ha tomado parte activa
en las cofradías y continúa – digo hemos pertenecido siempre a espectadores
anónimos. Han sido muchos los años de ver las procesiones formarse y salir,
desde nuestras ventanas, para después, una vez que habían salido, echar a
correr – mi marido y yo, pues los hijos iban por libre – y quedarnos en
cualquier esquina ó buscar, si era larga, algún sitio donde sentarnos, que
generalmente era la puerta de Alonso y Carmina, si el itinerario de la
procesión era ese.
Desde nuestras ventanas
contemplábamos, emocionados ,como si de la primera vez se tratase, la salida de
los pasos al son del himno nacional, que ya desde muy pequeño tarareaba nuestro
nieto Carlos; los rostros de los cofrades: tersos, emocionados, cargados de
ilusión y responsabilidad; procurando que todo salga perfecto y cuidando los
detalles de última hora: se reparten báculos, se cambia esa bombilla fundida,
se coloca el capuz de un compañero de fila, se ajusta la capa sobre la túnica,
se cambian impresiones mientras los directivos imparten las últimas
instrucciones para que todo salga perfectamente, rezumando las hermandades esa
hermosa camaradería que existe entre ellas. ¡Cum frates! Pues eso significa la
palabra Cofradia. Con el hermano. Con el hermano hacia Cristo, dispuestos a
conmemorar la Pasión de Nuestro Señor.
Da gusto pasear por la iglesia y contemplar los tronos ya bien adornados, en medio de un trance de olores a flores e incienso. Fortuna durante estos días se viste de terciopelo, respira el aroma del incienso, siente el dolor ,la reencarnación de la Pasión de Cristo. Los balcones se engalanan con los paños de las cofradías. Las calles de la villa permanecen espectadoras mudas de la pasión y de la grandeza del encuentro.
Porque para el hombre de fé, la
conmemoración de la Pasión de Cristo nos llena de gozo y de esperanza, pues
recordamos el triunfo definitivo sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte
misma. Pues Cristo en la Cruz es faro que nunca se apaga, y que, el Hombre nada
tiene ya que temer, pues cada gota de su preciosa sangre es promesa de Vida
Eterna. Y es justo, viendo morir a Jesús, el más grande acontecimiento de la
historia, como he dicho anteriormente – luego resucitará, como prueba de su
Divinidad – cuando ya nadie puede sentirse solo. ¡Cristo en la Cruz está con
él! Y esto da sentido a tu vida. Nunca una muerte dio tanta vida, ni un mensaje
tan sencillo como el de –“No está aquí, ha resucitado” han cambiado tanto al mundo.
La historia de la Pasión la
inauguran nuestros herederos, los que cuando nosotros no estemos, sean ellos
los que continúen con la tradición. Los niños sacan por las calles del pueblo,
los momentos previos a la Pasión, contados por tallas de gran belleza que lo
único que tiene que envidiar a las de los grandes, es el tamaño.
Al día siguiente, Domingo de Ramos,
un río anaranjado con verdes matices recorre Fortuna, evocando la entrada
triunfal de Cristo a Nazaret. Una multitud, al oir que Jesús venía a Jerusalén,
salió a su encuentro con ramos y palmas gritando: -¡Hosanna, Bendito sea el rey
de Israel! Los mismos que después gritarán:¡Crucificalo! Y es que ¿seremos como
las hojas de palma, que se doblan según les da el viento y olvidamos pronto
nuestros compromisos?¡Qué diferentes son los ramos verdes y la cruz, las flores
y las espinas! A quien antes tendían por alfombra sus propios vestidos, de allí
a poco le desnudan…..Ser cristiano es llegar a vencer esa contradicción. A
luchar contra las injusticias que impiden el avance de una sociedad más libre,
más justa y más solidaria.
Por la tarde, Jesús, desde la
“burrica” recorre la villa, bendiciendo a todos aquellos que se tropiezan en su
camino. Al caer la tarde, el canto de un gallo nos adelanta el acontecimiento.
Un Cristo cautivo asoma por el portón de la iglesia; es la Procesión del
Arrepentimiento. La cara de San Pedro lo dice todo, ese rostro encogido, mirando al cielo con las
mejillas surcadas por lágrimas, mostrando su remordimiento por lo ocurrido. La
Verónica, junto al Nazareno, contempla atónita la impresión de la cara de
Cristo en el manto.
La noche del martes se vuelve
púrpura, el Cristo del Rescate sale a la calle anunciando el trágico final del
hijo de Dios. Maniatado y traicionado, va arrestado hacia el sumo Sacerdote,
dónde será condenado por blasfemar. “Como cordero fue llevado al
matadero!”(Isaías).
El miércoles la Pasión cobra
protagonismo. Un Cristo amarrado a una columna sale a las calles de Fortuna.
Con cada calle su rostro se altera, muestra su dolor por los latigazos y golpes
que le proporcionan los sayones. Siguiéndole va su más fiel apóstol; San Juan.
Su caprichosa postura nos hace creer que, en cualquier momento, va a hecha a
andar. La Dolorosa en último lugar con un semblante desencajado por el trágico
final de su hijo. Podríamos acabar esta noche del miércoles con una reflexiones
muy oportunas de San Ambrosio, arzobispo de Milán sigloIV D.C.:”Intenta
penetrar en el significado de la pobreza de Cristo si quieres ser rico. Intenta
penetrar en el significado de su debilidad, si quieres tener salud. Intenta
penetrar en el significado de su cruz, si no quieres experimentar confusión; en
el significado de sus heridas, si quieres sanar las tuyas; en el significado de
su muerte, si quieres disfrutar de la vida eterna; en el significado de su
sepultura, si quieres encontrar la resurrección”.
Es Jueves Santo por la mañana y las
calles del pueblo se inunda de una aroma a tradición y época pasadas. El “trigo
pelao” es el plato estrella en este día, que reúne a la mesa a familiares y
amigos. Nosotros agradecemos a la familia Carreras, que cada año nos invitaba a un plato; yo no se hacerlo.
Con la caída del sol y la bien
entrada de la noche , todo cambia en las calles, es noche de recogimiento, de
fervor y en Fortuna se siente el silencio. Un silencio únicamente roto por unos
tambores, que acompañan al paso de los penitentes con la única iluminación del
báculo. Y en ese silencio nos escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros
mismos. Ya lo dice el libro de los Proverbios: “Hasta el necio cuando calla, es
tomado por sabio”.
Hoy es un día de dolor, de
oscuridad. Un día que sería un triste día si no presagiáramos, en el horizonte,
el blanco resplandor de la luz de la Pascua. No hay más mas pasos, sólo un
anónimo Cristo Crucificado. Resulta
impactante el ver su sombra reflejada en la fachada de la iglesia y contemplar su silueta descender por
las calles de la villa, precedido por un río magenta.
Es viernes Santo, el día más
nazareno de nuestra Semana Santa y donde desfilan casi íntegramente todas las
cofradías.
Por la mañana, Fortuna despierta, la
plaza de la Iglesia se convierte en un nazareno mosaico de colores y las calles
del pueblo retroceden a la Jerusalén de hace dos milenios.
Precisamente he tenido la suerte de
estar estos días en Tierra Santa. Pisar los lugares de la Primera Semana Santa.
Los hechos de la vida de Jesús no son tan palpables en ningún sitio como allí.
Con la Biblia en la mano, como nos aconsejaron ir, se siguen las huellas de
Jesús, los lugares donde Él predicó, por los que caminó y oró. Puede decirse
que se pisa el suelo de la Biblia y esto a ningún creyente puede dejar
indiferente.
Es acompañar a Jesús camino de su
destino. Un destino clavado en un madero.
Pero la gente de Viernes santo no
es solamente los que acompañamos a este Cristo. La gente del Viernes Santo es
la gente que en el mundo llora, la que sufre, la que pasa hambre, la que no
tiene trabajo, la marginada….
Aquí procesional pasos nuevos como el Nazareno,
que marcha bajo un tupido camino de claveles rojos. También procesional la
Caridad, que nos hace pensar en cómo una escena tan demoledora,
puede transmitir, a la vez, tanta dulzura.
¡Qué difícil tuvo que ser para
María se fiel a ese fiat: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu
palabra” (Lucas I, 38)
¡Qué momentos más duros y confusos
tuvieron que ser aquellos en los que parecía que la muerte se burlaba del
propio Dios!
Por la noche las cofradías se
prepara para narrarnos los últimos instantes de la vida Cristo. El color de la
noche presagia el dolor del Santo Entierro: dolor negro y enlutado. Una
solitaria cruz, con los elementos de la pasión abre el desfile procesional. La
Caridad avanza acompañada de las velas de sus penitentes. El paso protagonista
es la imagen del Santísimo Cristo Yacente, conocido como “La Cama”.
Un Cristo yacente desfila entronizado
en un lecho digno de reyes. Su madre le sigue vestida de un negro luto
acompañada de María Magdalena y los más fieles discípulos de Jesús. Todos
estuvieron con Él hasta el final. María fue un ejemplo de entrega. Todos
caminan hacia un mismo punto; la Ermita de San Antón, donde escoltada por
miembros de la policía local y de la guardia civil y acompañada de las típicas
“Manolas”, depositarán el cuerpo.
El sábado es una jornada de espera,
hasta que por la noche las carretillas pregonan al grito de “Viva el niño
resucitado” el milagro del hijo de Dios.
Un repicar de campanas despierta al
Pueblo, y Fortuna se viste con sus mejores galas. Los pasos suben al sepulcro
para contemplar lo sucedido. Una vez arriba la espera se hace intensa hasta que
un velo de palomas blancas acompañan la salida del Resucitado. María ante la
alegría del acontecimiento cambia sus vestimentas de luto por otras más
alegres. El Resucitado va acompañado de
nazarenos vestidos de blanco, símbolo de pureza. Custodian a un demonio
encadenado; el mal ha sido vencido. Los pasos descienden por Fortuna anunciando
la resurrección y bailando al son de alegres melodías.
Una vez en la puerta de la Iglesia,
se realiza la Ceremonia de la Bandera, en la que distintos abanderados la hacen
girar liándola y desliándola ofreciendo pleitesía a las imágenes que participan
en el cortejo.
Han desfilado decenas de nazarenos,
nazarenos que han portado sobres su hombros la cruz de Cristo, sufridos
estantes de las más bellas escenas de la pasión. Nazarenos que han repartido
alegría a los niños, nazarenos que han policromado las calles de la villa,
nazarenos que ha continuado con la tradición pasada de padres a hijos a lo
largo de numeras generaciones. Durante siete días el arte y la tradición inunda
las calles. Fortuna es Nazarena.
Jesús Resucitado |
Ahora solo queda que cada uno de
nosotros viva en su interior la Semana Santa. Que nuestros corazones, vestidos
con las túnicas de las hermandades, sean verdaderamente corazones de hermano, y
vivamos conforme al ejemplo de Jesús, no hoy, ni mañana, sino durante todo el
año.
Todos somos parte de esta Iglesia y
las Cofradías, con su esfuerzo, contribuirán a su modo, a lograr que quizá
alguien pueda ver más allá de unas simples figuras de madera y descubran, a
través de ellas, a un Dios desde el que la vida puede cobrar más sentido,
orientación y esperanza.
La resurrección es el sentido
último, es lo que justifica todo.
Hoy el mundo y la humanidad pasan
por crisis difíciles, pero la mayor crisis es la crisis de la fe en Dios. Hay
una recesión espiritual. Por eso la Santísima Virgen en todas sus apariciones:
Fátima, Lourdes, y otras advocaciones, nos recomienda la oración para salir del
coma espiritual en el que el mundo se encuentra. Sin olvidar la Sagrada
Eucaristía, pues en ningún otro sitio, Dios derrama tantas gracias como en la
Eucaristía. Es donde tu alma encuentra substancialmente el cuerpo y la sangre
de Dios: “El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida en mí” dice el
Señor.
Y emulando la ya histórica frase de
nuestro querido Benedicto XVI el día de su despedida como Papa: “yo también me
considero una peregrina en mi última etapa”.
Muchas gracias a todos por
escucharme, y a mi nieto Juan por la ayuda que me ha prestado con los
diferentes pasos.
GRACIAS
Ana María Martínez Ruiz, Pregonera de la Semana Santa de Fortuna 2013, 16 de Marzo de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario o sugerencia sobre este artículo